Ilustración de Rosalía Díaz

Si es verdad, si la es, si lo sigue siendo, que siempre siempre nos queda la palabra acojámonos a ella, entreguémonos a ella, abandonémonos en ella.
Si es verdad que la salvación la aporta la palabra, si eso es verdad, si lo sigue siendo, luchemos por ella hasta el fin de nuestras últimas fuerzas.

DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA PARA TIEMPOS DE DIFUNTOS.

muerte

Del lat. mors, mortis.

  1. f. Cesación o término de la vida.
  2. 2. f. En el pensamiento tradicional, separación del cuerpo y el alma.

olvido

De olvidar.

1. m. Cesación de la memoria que se tenía.

2. m. Cesación del afecto que se tenía.

3. m. Descuido de algo que se debía tener presente.

memoria

Del lat. memoria.

1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.

2. f. Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo pasado.

vida

Del lat. vita.

1. f. Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee.

2. f. Energía de los seres orgánicos.

3. f. Hecho de estar vivo.

9. f. Tiempo que transcurre desde el nacimiento de un ser hasta su muerte o hasta el presente.

17. f. Existencia después de la muerte.

DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA PARA TIEMPOS DE DIFUNTOS.

¿Es la vida después de la muerte una verdad semántica instaurada en el Diccionario?

¿El Más Allá, la Vida Eterna han quedado consagrados por el círculo arbitrario de los sesudos académicos?

¿Cómo puede ser eso? ¿Tanta fuerza tienen? Tanto quitan o ponen una tilde como deciden, eso sí, en décimo séptimo y último lugar, que la vida es la existencia después de la muerte.

Pero la muerte está descrita con la máxima crudeza en otra entrada de ese Diccionario que venimos empleando. Benditas palabras que deben soportar la pesadísima carga de lo que no desearían ser. Tal vez, como cada uno de nosotros. Pero eso, naturalmente, es cosa de cada uno de nosotros.

1. m. Cesación de la memoria que se tenía.

2. m. Cesación del afecto que se tenía.

3. m. Descuido de algo que se debía tener presente.

Olvido. Ahí es donde habita la muerte con toda su absoluta realidad. En el olvido.

Y, sin embargo, el DICCIONARIO es miserablemente mezquino con las dos palabras que deberían salvarnos de la muerte. Memoria o Recuerdo. Nos remite al pasado, sin afecto o desafecto, como una facultad mecánica de recuperar cosas remotas. Nada dice de la derrota que la Memoria infringe al Olvido, nada, pues, de la victoria de la vida sobre la muerte. Y si es la vida la que vence, la memoria no es pasado que es presente. Por eso, la vida de nuestros muertos, desde el primero que podamos recordar, hasta el último que no será otro que uno mismo, puede perdurar en la palabra, no voy a decir que no, pero se perpetúa y se consuma en el recuerdo voluntarioso, infatigable, imprescriptible, ejercitado cada día.

Sin la vigencia rotunda de la memoria de nuestros muertos, a quienes, probablemente les debamos todo, ¿qué seríamos? Una sombra efímera, tal vez. Puede que la palabra no salve. Que nos salve, si puede, la memoria.