Y si la patria exige tu sangre…

@rosaliadiazcreativa

Eran como hermanos. Juntos crecieron en el mismo barrio y juntos se alistaron para la guerra. Juntos padecieron el duro e inclemente adiestramiento y juntos partieron hacia el horror del frente. Juntos entraron en combate y juntos experimentaron el valor que les brotaba de las mismas raíces del miedo. Juntos sobrevivieron en ensangrentadas camillas paralelas. Uno a los encarnizados orificios de las armas enemigas; el otro a la derrota absoluta de su propia arma.

Y si ni la verdad es ya posible…

Ellos arreglaban el mundo en largas reuniones clandestinas mientras fumaban y consumían cubatas. Los militares los sepultaron en un submundo del que ni siquiera el cine daba noticia. Solo uno sobrevivió apoyado en los resortes más incógnitos de una entereza insospechada: él. Cuando estaba a punto de dar cumplido testimonio de la infamia padecida, un simple traspiés, un golpe fortuito y perdió su memoria para siempre.

Y si lo más probable es la ceguera…

Envueltos en remolinos de polvo sus filosos calcañares, los niños acosaban una burda pelota de trapo. Saltaban sobre sus piernas de garza, con el mismo trabajoso afán de los triunfadores en los más grandes estadios. La muerte,  altiva, luminosa y despiadada, los miraba desde lo alto y arrebataba brillos de caoba a su piel sin jugo y blancos destellos a sus ojos negros como el hambre y a sus dientes desnortados. El Sol derretía los goles en un juego sin sentido.

Y si la desesperanza es una pesadilla…

Somos millones de gargantas gruñendo como cerdos al amanecer, porque nos molesta la luz que nos devuelve a la vida y queremos seguir siendo vampiros, queremos seguir siendo inmundos seres condenados a no completar jamás el tránsito que va de la vida a la muerte. Penar eternamente, porque nadie podrá llegar jamás hasta nosotros con una aguzada estaca de madera que destroce de forma definitiva nuestro corazón exangüe. ¡Oh, trágicos vampiros, oscuras criaturas de la noche que habita en todos los cerebros espantados, aullad, aullad sin tregua al alba! ¡Todos contra el alba, sea ese el lema!

Y si en tu triunfo está tu maldición…

-¡Cuánto tiempo! ¡Cómo me alegro de encontrarte! De verdad, tío; un montón, me alegro un montón.

–Cierto, sí, mucho tiempo. ¿Cuánto hará que no nos vemos?

Las cervezas exhalaban vaho helado y líquido sobre el mostrador.

-¿Y qué ha sido de ti? ¿A qué te dedicas?

–Soy ingeniero de caminos, canales y puertos.

-¡Caramba! ¡Qué bien!

-¿Y tú? ¿Qué haces?

–Algo parecido. Levanto diques de contención; construyo represas para embalsar la indignación de los pueblos humillados.

–Qué bueno, ¿no?

–Sí, sí. Muy bueno.